La leyenda de Veronica
Según una de las numerosas versiones de la leyenda de Verónica, ésta era una joven chica inexperta, la cual sentía curiosidad por leyendas y por el mundo esotérico y por ese motivo se sintió tentada a llevar a cabo el ritual de la ouija y una noche se reunió con sus amigos e invocaron a los muertos. Pero todo aquello que iniciaron como un juego tuvo sus consecuencias, ya que recibieron un mensaje aterrador: el vaso se movió formando la frase uno de vosotros morirá esta noche. Todos los jóvenes se encontraban aterrorizados, se estremecieron y pensaron que habían actuado mal. Repentinamente Verónica se levantó aterrorizada, tropezó con una estantería cercana y unas tijeras que se encontraban abiertas cayeron clavándose en su cuello.
Desde estonces se cree que Verónica ha quedado atrapada entre los mundos de los vivos y de los muertos y utiliza los espejos como una ventana para asomarse al mundo de los vivos.
La leyenda está vinculada a un ritual destinado a invocar a este ser atrapado por la muerte. Se ha especulado mucho sobre la forma correcta de invocarla. Uno de los rituales más comunes precisa un libro grande, sagrado y mágico (como la Biblia), en cuyo interior se sitúan unas tijeras en memoria de las tijeras que causaron la muerte a Verónica. Otro de los rituales tiene lugar enfrente de un espejo, lo más grande posible. Con las luces apagadas y velas encendidas se pronuncia el nombre de Verónica un número determinado de veces y de esa manera aparecerá la imagen de Verónica reflejada en el espejo, lo cual tendrá unas consecuencias desastrosas.
Allí solo estaba ella. A pesar de eso, no pudo dormir en toda la noche. Al día siguiente, no se atrevió a contárselo a nadie. Estaba muerta de miedo, y en medio de la clase tuvo que salir al servicio para mojarse la cara y despejarse. Pero cuando entro al baño, hacia mucho frío (como estaban en invierno no le dio importancia) y una capa de vaho cubría el espejo. Ana lo limpio con la mano para comprobar horrorizada que tras ella había una chica que no había visto jamás, con una expresión de espanto y sangre en la cabeza. Fue solo un instante. Cuando se volvió a mirar, ya no había nadie. Ana rió nerviosamente, pensando que todo era fruto de su imaginación, los nervios y el cansancio. Sin embargo, cuando se volvió hacia el espejo vio algo que la dejo helada. Al borrarse el vaho una frase había permanecido escrita: 'Soy Verónica. No debiste invitarme.
Ana no pudo soportarlo. Hoy pasa sus días encerrada en un manicomio, y solo habla para jurar y perjurar que el fantasma de Verónica la sigue atormentando.
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